La importancia del ovino y caprino en la alimentación española
Durante el periodo visigodo, el sacrificio de los animales se realizaba en las propias explotaciones, casi siempre por personal dependiente de las mismas, porque aunque empezó relativamente pronto a aparecer una figura, conocida como matarife, que se contrataba para el sacrificio de ganado porcino y a veces de vacuno, nunca o muy excepcionalmente se empleaba para el de ovino o caprino.

Carne de vacuno
Casi siempre, en el caso de todas las especies, el consumo era para abastecimiento familiar del propietario del animal o para alguna celebración, y solo en algunas ocasiones se destinaba, como recurso, una parte a la alimentación de los asalariados dependientes del dueño de la ganadería, porque su comercialización era muy escasa y en muchos sitios inexistente.
Las carnicerías se iniciaron y progresaron con la llegada de los árabes, que se organizaron para poder comercializar la carne de reses que compraban previamente y sacrificaban, de acuerdo con su ritual, casi siempre en la propia carnicería. Hay un interesante documento de Iza Jedih que contiene importantes disposiciones sobre el considerado lucrativo arte de la carnicería, por el que mostraron gran interés árabes y judíos que eran principalmente los que desempeñaban esta actividad, que se desarrollaba generalmente en las proximidades, pero siempre fuera, de las puertas de las ciudades. Como la carne era un alimento caro, enseguida se pensó que se podía gravar con tributos, para lo que se crearon inspectores que tenían la doble función de recaudar impuestos y, ya que estaban, velar por la salud y en esa área se desarrollaron una serie de preceptos cuyo incumplimiento era sancionado con penas pecuniarias, que para poder engordarlas se extendieron al control de los precios, que en una disposición del Fuero Viejo de Madrid se fija en “tres dineros para la oveja buena y para la oveja vieja, cabra vieja y ciervo dos dineros y miaja”.

Pierna de cordero